Al hablar del grado en que cada uno de nosotros contribuye a los resultados de su organización (y partiendo de una suficiente alineación entre el puesto y la persona que lo ocupa), parece que lo relacionamos muy directamente con elementos como la responsabilidad, la motivación, la inteligencia, la satisfacción profesional, el talento, la diligencia y, entre otros, el compromiso. Estamos ante conceptos complejos e interrelacionados que han de interpretarse con rigor, sin modificarlos. En esta columna vamos a detenernos en el último citado: el compromiso. Consistente en la definición literal de una obligación que es preciso definir, parece materializarse en una actitud proactiva tras las metas compartidas en la empresa; pero caben muchas reflexiones ante este elemento alentador y orientador de nuestros esfuerzos.
No se trata —el compromiso— de una habilidad o destreza personal, innata o a adquirir, sino, más precisamente, de un sentimiento a cultivar o desarrollar, generador de positivas actitudes y conductas. Algo indefinido en el pasado, el compromiso parecía venir marcando la frontera entre el “nosotros” y el “ellos” en las organizaciones; pero quizá hoy debamos pensar en un compromiso compatible con el cuestionamiento del statu quo. En un compromiso extensible a toda la organización. En un compromiso con algo concreto: las metas explícitas y compartidas.
Puede verse también el compromiso como una fortaleza del carácter que, como otras —el afán de aprender, la amplitud de miras, la creatividad, la integridad, la prudencia, la diligencia y algunas más—, supone la intervención de la voluntad, para decidir nuestra actuación o postura ante un escenario que la demanda. Decidimos comprometernos, o no hacerlo; y cuando nos comprometemos, nuestros esfuerzos se orientan, nuestros intereses se subordinan y nuestra conducta se adapta.
Hay personas más dispuestas a comprometerse que otras. No todas las empresas esperan de todas sus personas un pleno compromiso organizacional, y hasta puede ser que algunas se limiten a pedir a sus directivos y mandos, según el caso, responsabilidad, lealtad, resultados, proactividad, imaginación, contactos comerciales, jornada ilimitada de trabajo, u otras manifestaciones específicas o particulares del compromiso.
¿Qué mueve nuestra voluntad y a qué nos comprometemos? O, para empezar, ¿a qué llamamos compromiso, en nuestro trabajo. Atendiendo al diccionario, se entiende por compromiso una obligación contraída; pero ubicados en un entorno laboral de empresa grande o mediana, cabe hacer una lectura aplicada y hablar de niveles o tipos de compromiso:
·“Me pagan, vengo todos los días y hago mi trabajo”
· “Me gustan mis compañeros y mi trabajo, y lo hago lo mejor que puedo”
· “Me surgen oportunidades de aprender y desarrollarme
·“Me parece un proyecto estimulante y me encanta formar parte de él’’
De los obreros de hace cien años no se esperaba siempre que se aproximaran al nivel de compromiso más auténtico (el formulado en último lugar), pero ya en las décadas finales del siglo XX iba pareciendo deseable que esa idea estuviera presente tanto en directivos como en trabajadores: formar parte del proyecto de empresa. De modo que, aun limitándonos cada uno al nivel de responsabilidad del puesto ocupado en la organización, además de entregar tiempo, atención, intención y aun algo de corazón, algunas grandes empresas esperan hoy que alineemos nuestras metas con las suyas, y que alcancemos nuestra realización profesional contribuyendo a la colectividad.
Ya estamos viendo que se puede hablar de compromiso tanto en lo físico, como en lo cognitivo y lo emocional (por no hablar aquí de lo espiritual); pero, salvo posibles excepciones, no se nos pide que lleguemos a desequilibrar nuestra vida familiar, social y laboral, ni siquiera cuando ocupamos puestos directivos. Eso sí: que la presencia sea plena en el tiempo dedicado. Vemos el caso polémico de Micrsoft que les ofrece a los empleados durante su jornada los apetecibles que pueda solicitar el empleado, para que el empleado no desee otra cosa, que estar en el trabajo.
Volviendo a la historia, para los trabajadores, casi estaba prohibido pensar; no se contaba con que el desempeño generara emociones positivas de carácter trascendente, de modo que estas emociones eran vistas a menudo con reservas y prevención. Ahora ya, aunque encontremos también corrientes de opinión distintas, se admite que las emociones son recursos valiosos, y la inteligencia emocional se va abriendo camino, a veces con alguna dificultad. Daniel Goleman, el gran vocero de la Inteligencia Emocional señala: “La esencia del compromiso consiste en sintonizar nuestros objetivos con las metas de la organización, generando así un compromiso fuertemente emocional..” además: “quienes estiman y abrazan las metas de una organización no sólo pueden efectuar un gran esfuerzo en nombre de ella, sino que también están dispuestos a realizar sacrificios personales cuando sea necesario”
Póngase en contacto con nosotros para la aplicación de un estudio de clima laboral en su organización y detectar los niveles de compromiso de su personal con las metas de la organización.
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Columna Editorial Semanal "Logrando la Excelencia"
Capacitación Para los Emprendedores
En los últimos años, el concepto de empresa como figura de un sistema cedió terreno a la figura de quien la maneja, la del empresario como ente concreto, con sus motivaciones, esfuerzos y limitaciones. Quien invierte, quien innova, quien organiza, quien compite es el hombre. Dos botellas de refresco no compiten literalmente una con otro, son personas las que están detrás de las marcas, de las compañías, grandes o pequeñas. Surge como concepto destacado el “emprendedor”, término de origen francés (entrepreneur) atribuido a Richard Cantillón, quien a principios del siglo XVIII habría introducido esta palabra para identificar a quienes tomaban la responsabilidad de poner en marcha y llevar a término un proyecto. Una definición más precisa del término para el emprendedor es como una persona orientada hacia el futuro, capaz de asumir riesgos para involucrarse en la identificación y desarrollo de nuevas ideas.
Los retos del emprendedor:
1. El reconocimiento de un destacado rol de las pequeñas empresas en la creación de riqueza y trabajo.
2. El notable aporte de las nuevas tecnologías a la generación de nuevos productos y empresas.
3. Una vida laboral caracterizada por ciclos de trabajo asalariado, autoempleo y desocupación.
4. La orientación de las teorías económicas hacia factores humanos (human capital) que afectan los procesos de crecimiento y desarrollo económico por ejemplo a partir de procesos de aprendizaje.
Algunos aportes de la investigación a la educación de los emprendedores. Existen estudios que indican que la enseñanza del emprendedor en estudiantes de nivel intermedio tiene efectos positivos sobre las características vinculadas al perfil emprendedor. Por ejemplo, se sometieron a estudio a 502 estudiantes pertenecientes a 28 clases de salón. En algunas de éstas impartió un entrenamiento en entrepreneurship a lo largo de 3 horas semanales durante 26 semanas. Luego midió características emprendedoras siguiendo el sistema propuesto por Robinson (1991), el cual señala como características distintivas del emprendedor la motivación por el logro (achievement motivation), el autocontrol, la autoeficacia y la innovación. Como resultados más destacables cabe señalar que los estudiantes que participaron de las clases de entrepreneurship presentaron valores superiores en cuatro de las cinco variables utilizadas para definir al emprendedor, demostrando que es posible estimular estas características a partir de procesos educativos.
Capacitación para emprendedores. En la actualidad, los programas o cursos para emprendedores en general están focalizados en el segundo de estos elementos (recursos) destacando la elaboración de planes de negocios, marcos legales, finanzas, marketing y descripciones del emprendedor. No es tan común ver entrenamientos a los emprendedores en cuanto al desarrollo del denominado capital social, ni de la detección de oportunidades. En muchos casos este capital social es el resultado de habilidades sociales, entendidas como competencias específicas que permiten a las personas interactuar más efectivamente con otras. Entre éstas habilidades con las que hay que trabajar más en preparación de emprendedores pueden mencionarse las siguientes: percepción social, liderazgo, comunicación, trato personal y adaptabilidad social.
A partir de las sugerencias presentadas se destaca la conveniencia de impulsar programas de capacitación para emprendedores en las universidades, cuyos contenidos posean un balance adecuado de conocimientos que permitan a los futuros emprendedores adquirir las nociones básicas acerca del funcionamiento de la economía, las técnicas adecuadas para la creación y funcionamiento de las empresas, pero también un conjunto de habilidades prácticas que le permitan relacionarse efectivamente con otras personas dentro y fuera de una organización.
De acuerdo a los desafíos que se presentan actualmente en el mundo de los negocios, se reconoce como vital la figura del emprendedor y se le idéntica como factor esencial de los procesos productivos e innovadores, y dada la posibilidad real de estimular su actividad a partir de programas formativos específicos de contenidos multidisciplinarios; es así como las universidades aparecen como un elemento clave para proporcionar una oferta formativa apropiada. Solo resta a estas instituciones decidirse a asumir o no la misión de diseñar e implementar de la forma más conveniente aquel proceso educativo que probablemente posea el mayor impacto social: la Educación de los Emprendedores.
Si le interesan los programas de capacitación para emprendedores, ya sea para que su empresa sea más efectiva Organizacionalmente ó para crear una nueva empresa con futuro no dude en contactarnos.
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