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  Semana 33
 


SIETE VIRTUDES EN LA EMPRESA
Parte II. PRUDENCIA, JUSTICIA, FORTALEZA Y TEMPLANZA
 
 
LAS VIRTUDES CARDINALES
LA PRUDENCIA: Considerada como madre de las virtudes, porque dispone de una razón práctica con suficientes elementos para discernir lo verdadero y respaldar caminos justos para tomar decisiones y acciones, la prudencia aplicada en las empresas contribuye significativamente a la mejora y a la madurez organizacional y de sus colaboradores. Cuando el jefe no tiene prudencia, entonces se manifiesta en audacia que pone en riesgo a la empresa y a su personal, si aplica cualesquiera de las virtudes sin prudencia, se volverá justiciero, implacable, desenfrenado, obstinado, agresivo, inclusive peligroso para la propia empresa, porque decisiones tomadas pueden resultar en contra de los resultados esperados en la organización.
De ahí que el jefe prudente, buscará siempre ante dos efectos negativos en su empresa por las decisiones a tomar, el mal menor para minimizar los riesgos, se dará el espacio y tiempo para controlar sus emociones cuando está cargado sea por la emoción alegre, o el enojo profundo. Así mismo analizará la información debidamente antes de tomar decisiones, y aconsejará más con la prudencia que con el poder de un nombramiento. El jefe que toma decisiones solo con el poder del puesto que tiene, cae en el error de la imprudencia, por el contrario un jefe prudente buscará incluso compartir la inquietud con otros colaboradores para enriquecer la información para respaldar la decisión a tomar. El jefe prudente sigue la regla de mantener los ojos abiertos y observar con mucha objetividad lo que sucede y utiliza las palabras con moderación, con la verdad y en el tiempo adecuado.
LA JUSTICIA. Aún cuando la justicia tiene muchas definiciones según los diversos filósofos, atiende en común un principio de equidad, de rectitud y de dar a cada quien lo que corresponde. En la virtud de la caridad, señalábamos como el valor de la generosidad y entrega va mas allá de dar solo lo que corresponde a cada quien, sin embargo la justicia cubre y protege el derecho básico de cada ser humano.
Para el dirigente, la justicia debe ser su estándar mínimo, y la caridad debe ser su meta. Como mínimo porque está inmerso en un rol de gran impacto a su equipo, es jefe de su equipo, por lo tanto está llamado a aplicar la justicia como es conocida desde la edad media, es decir a aplicar la justicia conmutativa que regula la relación de los colaboradores entre ellos, la justicia distributiva que regula lo que la empresa debe cubrir hacia sus colaboradores, y la justicia legal que ordena la relación y obligaciones de los colaboradores hacia la empresa. No solo corresponde al dirigente justo, “dar al César lo que es del César”, es “Dar a Dios lo que es de Dios”, y ahí está inmersa la justicia para consigo mismo, para con sus colaboradores, para con sus jefes, para con la comunidad. En la empresa debe buscarse con mucha dedicación que las metas organizacionales no dejen de lado el bien común. Y no es solo el salario el que corresponde otorgar al colaborador, es darle calidad de vida, que es justamente todo lo que el empleado en la organización puede llevarse a casa aparte de la remuneración. El dirigente debe “ponerse en los zapatos” del trabajador, primero para entenderlo y conocerlo, segundo para poder darle la dignidad que le corresponde, brindando respeto, atención, recursos requeridos para que haga mejor su trabajo. Haga un ejercicio mental ahora, usted como dirigente, asi como se representa a la justicia como una mujer que sostiene una espada en la mano y una balanza en la otra, llevando los ojos vendados, imagine que usted es la justicia, y en la balanza ponga a sus colaboradores, y en la otra las reglas, las metas de la empresa, y los beneficios que obtiene, entonces revise para donde se inclina la balanza, y luego revise si tiene que hacer algo para mejorar ese equilibro, invertir más en los colaboradores, mejorar el clima laboral, establecer nuevas metas, recompensar resultados, medir el desempeño, cumplir las reglas de operación del negocio, etc.
La justicia opera en los dos sentidos, no solo dictar órdenes, sino hacer que se cumplan, que los colaboradores hagan su tarea, y que los directivos hagan también su tarea. Y hay unas tareas que son las propias de las actividades del puesto, las otras son las que corresponden a incrementar el talento humano y a mejorar el ambiente laboral. Tanto el jefe como el colaborador están encaminados a ser mejores seres humanos, más dignos.
 
FORTALEZA: identificada como la firmeza y constancia para realizar las mejores prácticas, podemos decir que es una palanca poderosa para lograr los resultados a pesar de los obstáculos que se presentan. Para que se de en plenitud la fortaleza en las organizaciones, tanto directivos como colaboradores tienen que desarrollar el saber hacer, el poder hacer y el querer hacer. El saber viene por el conocimiento, la formación, la capacitación, el poder hacer viene por la experiencia y el adiestramiento, así como por las habilidades naturales y aprendidas del ser humano, y el querer viene por la voluntad. Los administradores eficaces deberán mantener estos tres pilares como factores de éxito en las organizaciones, en su justo equilibro como un triangulo equilátero con desarrollo integral en el querer, en el saber y en el poder. Desarrollar actitudes positivas, capacitar al personal, tener metas claras y medir los avances hacia el resultado, evitar los desperdicios y tiempos muertos, tomar los errores como lecciones aprendidas, desarrollar la proactividad “haciendo camino al andar”. Estas taras no son solo para dirigirlas a los colaboradores, sino para los jefes y directivos, que por ahí se debe empezar. Y recuerde, la perseverancia, la constancia, el seguimiento, la medición frecuente, son valores y tareas que deben cuidarse en todo momento.
LA TEMPLANZA. Considerada como la virtud de la moderación, evitando la desmedida tendencia a solo complacer los sentidos y placeres, la templanza otorga a las organizaciones y a sus colaboradores y directivos, un pilar fuerte para mantener sano el ambiente de trabajo, el dominio propio y el desarrollo de talentos de la comunidad organizacional. Asi un dirigente usa su poder solo en la medida que favorezca a las metas de la organización y no dañe la dignidad de los colaboradores. El prudente, “no hace a los demás lo que no quiere que le hagan a si mismo”. Esta es una máxima para los dirigentes, y por supuesto aplica a los colaboradores quienes mantienen con la templanza moderación de sus actos, aportando a la empresa un clima laboral sano, evitando acosos, robos, enojos, maltratos, manipulaciones, cotos de poder, etc. Desarrollar la templanza en el personal de las empresas contribuye fuertemente a cumplir con las normas, reglas, estándares y a mantener un clima laboral sano. Sobra decir que tanto esta virtud como las enumeradas son esenciales en todo colaborador, ya que una persona íntegra es un excelente colaborador en la empresa, un miembro de equipo de trabajo sobresaliente, un líder completo, un gran jefe.
 
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